Trovadoras

En la Edad Media, las mujeres tenían grandes barreras para acceder a la cultura, y las que tuvieron el privilegio de poder hacerlo pertenecían a la alta sociedad y, muchas veces, solo pudieron expresarse bajo un pseudónimo masculino, habitualmente el nombre de su marido.

Sin embargo, hubo una cultura exquisita que duró más de un siglo en un territorio extenso de la Europa occidental y meridional; una cultura femenina libre que estuvo inspirada por el Amor y por la lengua materna.

Las protagonistas principales de esta cultura fueron las trovadoras o trobairitz. Su nombre, trobairitz, deriva del latín trovare, que significa hallar, encontrar. Se refiere al talento de hallar o encontrar las palabras, las palabras justas, en lengua materna, para decir precisamente el Amor, y decirlo de la manera considerada más perfecta y más bella posible, manera que es la poesía, poesía que después era cantada por la propia trovadora o por un trovador, un juglar o una juglaresa. Además, lo de “hallar” tiene un matiz muy interesante: contaba menos el esfuerzo que la inspiración, el hallar más que el buscar; empujadas por la intensidad del sentir, del sentir amoroso, más que como resultado de un gran esfuerzo intelectual. “Vosotros buscáis, nosotras encontramos”, se dice que le dijo una beguina del siglo XIII a un escolástico.

Fueron poetas del amor cortés y fueron también señoras feudales; señoras de un territorio y de un castillo, una veces señoras feudales propietarias, otras veces señoras feudales consortes, ya que el derecho feudal reconocía a las mujeres como herederas de propiedades y de jurisdicciones en plenitud de derechos cuando no había heredero varón del mismo grado de parentesco. Esta combinación de poeta y señora feudal en la misma figura fue la sustancia de la cultura trovadoresca, su matriz original y originaria. Ellas hicieron política mediante la poesía.

Pese a ello, tanto en la calle como en la universidad o en los medios de comunicación se habla más de trovadores que de trovadoras. Esto es así porque la historia social, la más influyente y poderosa que hubo en el siglo XX, no entendió a las trobairitz. No las entendió porque en su paradigma, el paradigma de lo social, no cabían: no cabía ni el amor ni la lengua materna, ni tampoco las mujeres que no fueran o excepcionales o subalternas.

El sentido de la libertad que expresa esta cultura despertó muchos recelos entre hombres e instituciones dotadas de poder social. La cultura trovadoresca fue duramente reprimida y perseguida en el siglo XIII, pero las trovadoras y su poesía son redescubiertas en Europa cada vez que se van a perder. Son redescubiertas porque dicen algo que no se puede perder, algo que necesitamos para vivir, algo que el inconsciente colectivo conserva siglo tras siglo por su extraordinario valor civilizador de las relaciones entre mujeres y hombres: es el amor lo que mejora al ser humano.


Mujeres trovadoras de Dios. Una tradición silenciada de la Europa Medieval

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